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Dora Lewis

Los Descubrimientos

Jamila Purofilin / Prensa  / Los Descubrimientos

Los Descubrimientos

Transcripción textual de la sección Hoy por la Mañana de Guillem Martínez en el suplemento de El País (País de las Tentaciones) el 23 de Junio de 1999.

Hola, soy yo y estoy tecleando al ordenador y escuchando la radio. En eso suena por la radio un disco fantástico. Digo leñe y me paro a escucharlo. Es de una señorita que por lo visto se llama «Jamira», que tiene un disco llamado Puro filin. De filin, Filin, ya saben: un señor o, más habitualmente, una señora que canta melodías cubanas abandonada a su propia velocidad. En un momento dado deja de cantar, y sobre la música habla y dice cosas espantosamente tristes sobre la vida. A menudo habla del fracaso y de la tristeza. La tristeza aparece en esas canciones como una velocidad extraña que a veces, zas, uno practica en la vida.

Bueno. Me quedo fascinado con esa señora. Me conecto a la red. Busco «Jamira». Nada. «Yamira». Nada. «Llamira» Nada. Busco el nombre del disco. Nada. Busco la web de la emisora. Existe, pero va a su bola y pasa de mí. Al final encuentro el nombre del guitarrista de J/L/Yamira. Es un señor que toca latin-jazz, que tiene un grupo de latin-jazz, una guitarra roja y dos hijos y una señora. A la cual espero que le guste el latinjazz. En caso contrario a ese matrimonio le quedan dos telediarios.

Tras una hora de búsqueda descubro que no he descubierto nada sobre el disco de filin que me ha gustado. Mientras hago un pito frente al ordenador, recuerdo de pronto que odio el filin. Cuando era enano, cada domingo a la noche, en una casa cutre, en un barrio cutre, de una ciudad cutre, de un país cutre, cenaba una lata de pulpo cutre, en aceite cutre. Por la radio, cada domingo cutre, sonaba un programa que sólo emitía filin cutre. La velocidad del filin me ponía nervioso. Decidí con otras palabras, que jamás iría a esa velocidad.

Enciendo otro pito y es entonces cuando, tras una hora en la red buscando filin, realizo un gran descubrimiento. He estado una hora rompiéndome los cuernos buscando algo que odiaba en mi infancia y que, sin embargo, ahora me ha calado hasta la médula. Se trata de la tristeza. Que es, a su vez, una velocidad.

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